Esa cálida masa dorada bailando alrededor suyo, tan brillante como la recordaba en sueños. Esa falta total de maldad, extraña cualidad que jamás volví a encontrar. El océano en los ojos, siempre en estado calmo. Y así empezamos a caminar, como tantas veces había pasado años atrás.
Y en un ángulo imposible, en un segundo detenido en el tiempo, los eventos que nos rodean se funden en un mito, en una unión, en la eternidad de un único e irrepetible enlace... El primero de ellos. El definitorio, el conclusivo, el que nos dice al fin:
Para esto fuimos construidos…
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